28 de agosto de 2012

Afonía

De tan quieto que estaba le costaba respirar. Quizás si se quedaban muy quietos el mundo les olvidaría, el tiempo dejaría de arañar sus pies y los caminos se borrarían. Sentía cada latido apretándole el pecho como si esa víscera sangrienta y palpitante quisiera romper sus costillas y escapar de su cuerpo, dejándolo vacío y tranquilo. Boqueaba, como un pez fuera del agua que grita en silencio, pero las palabras no salían.

Pero no era cosa del mundo. Eran ellos los que tenían que olvidarse, y eso pocos saben hacerlo...

Cuántas veces me habré preguntao qué es lo que se desata detrás de su cara...