30 de abril de 2013

Borrones a Luna

La conclusión que va a sacar Luna es que el que le escribía los cuentos tenía los ojos nublados de soñar demasiado...

Y es que precísamente ese fue siempre su problema: se empeñaba en soñar demasiado, esperar demasiado, querer demasiado y perder demasiado... Se empeñaba en mirarlo todo a través de esas brumas en sus ojos, de esa idílica esperanza que albergaba callado, que tarareaba y saboreaba en los labios antes de dormirse.

A pesar de todo nada cambiaba. Pero él seguía escribiéndole a Luna, seguía manteniéndola ahí como el símbolo de lo que nunca dejaría de buscar, por más que se emborronara. Y se quebraba la cabeza para alumbrar líneas que quizás nunca tendrían destinatario, pero que siempre tuvieron motivo. En las líneas iba muriendo, poco a poco, quizás él, quizás la propia Luna. Entre las letras se destilaban pequeñas muertes, pequeñas derrotas. Pero la propia letra albergaba en su misma razón de ser esa terca esperanza, que se mantenía intacta a todas las elegías que él mismo le tejía en las noches largas. Era inútil, la tenía muy clavada...

Aunque todo pesaba, nada cambiaba.


11 de abril de 2013

Agujeros

Ojalá la vida fuera como en las fotografías -piensa él-. Imágenes congeladas de un mundo posible, imaginable, en el que nada cambia, todo permanece nítido. El fondo fuera de foco, las sonrisas inmortalizadas, la mirada cazada y eternizada. Ojalá se quedara así, quieta, mirándome siempre con esa expresión, con esa felicidad cómplice… 

Pero tras el clic, tras el parpadeo mecánico, la expresión desaparece. Todo cambia, el tiempo pasa y la mirada dibujada en esos píxeles contiene la misma expresión, pero ahora esa felicidad desplazada se vuelve gélida, cortante. Se clava en las tripas, se siente como un enorme agujero.

Al final tenía tantos agujeros en el estómago como fotos en su álbum. Y no había forma de llenarlos con nada...