23 de junio de 2014

Domingo

¿Adónde camina toda esa gente cabizbaja y dubitativa un domingo por la tarde, un domingo de esos en los que el tiempo parece flotar en el ambiente? ¿Adónde van, Luna? Casi sin quererlo la noche ha matado al día. Parecemos todos despistados, perdidos en ese caos que late en la indiferencia. Esta noche de domingo parece ser la anomalía en la rutina, la pieza del engranaje que no encaja. Esta noche de domingo se puede sentir el abismo bajo las baldosas que todos observamos con la mirada cansada al caminar. No lo vemos, pero él nos mira.

Los domingos siempre son extraños, Luna, pero éste huele diferente. Huele a tilos y a verano, pero no es un verano de salitre y largas noches en la orilla. Es un verano diferente, con menos colores. Las caras han dejado de brillar. No hay nada tras ellas. Los lugares vacíos parecen fotografías de otro lugar, los lugares llenos rezuman una felicidad distraida y ajena. Yo los transito como un fantasma.

Bostezo, me desperezo, pero creo que sigo dormido. Las noches se comieron a las mañanas, el sol no calienta como debería y la arena de la playa está fría. ¿Sabes lo triste que es eso, Luna? Una de esas pequeñas cosas que más me gustan de la playa es tumbarme en la arena aún caliente cuando el sol ya no quema. El aire empieza a estar frío, pero la arena aún emana calidez. Es como abrazar a la tierra. Pero se enfría; la arena siempre se enfría y sólo queda esperar al día siguiente.