30 de diciembre de 2014

Miradas muertas

Dijo una vez Jean-Luc Godard que el cine es la historia de hombres filmando a mujeres. Algo de eso hay, sin duda, en las musas de la modernidad cinematográfica europea. Cuando veo esas películas no puedo evitar preguntarme qué sentirán ahora las actrices al verse retratadas por sus amantes, qué sentirán ellos al ver esos rostros mirar a cámara, mirar al que mira. La mirada es posiblemente el mensaje más incierto y más sugerente. Y por eso mismo se torna tan traicionero cuando se lo inmortaliza en granos de plata, píxeles o vagos recuerdos. Todo gesto está unido a un instante, y por más que inventáramos el tiempo, la mayoría somos incapaces de comprenderlo. El pasado nunca devuelve la mirada. Esos rostros son fantasmas, y a pesar de todo los hacemos danzar en nuestra memoria y los pensamos antes de dormir. Jamás entendí el olvido, por eso me fascina tanto. Quizás por eso elegí perderme en el cine. No existe arte más empeñado en no olvidar.

Fotografía: The Red List (Anna Karina en el rodaje de Le petit soldat, de Jean-Luc Godard, 1960)

21 de diciembre de 2014

Revoleo

Un bar a media tarde, las mesas aún por recoger. Unos apuran el vino, otros se van marchando. Un niño y una niña corretean entre las sillas, persiguiéndose. Todo es espontáneo en sus risas, gestos y miradas. Como el revoleo de dos gatillos. Apenas un instante minúsculo de conexión, de la más banal e inconsciente de las intimidades. Ellos apenas lo saben, tienen esa suerte. Yo los observo desde otro tiempo, desde una distancia que casi me abruma. Ellos no lo saben, pero quizás son la imagen más certera que recuerdo del amor.


23 de junio de 2014

Domingo

¿Adónde camina toda esa gente cabizbaja y dubitativa un domingo por la tarde, un domingo de esos en los que el tiempo parece flotar en el ambiente? ¿Adónde van, Luna? Casi sin quererlo la noche ha matado al día. Parecemos todos despistados, perdidos en ese caos que late en la indiferencia. Esta noche de domingo parece ser la anomalía en la rutina, la pieza del engranaje que no encaja. Esta noche de domingo se puede sentir el abismo bajo las baldosas que todos observamos con la mirada cansada al caminar. No lo vemos, pero él nos mira.

Los domingos siempre son extraños, Luna, pero éste huele diferente. Huele a tilos y a verano, pero no es un verano de salitre y largas noches en la orilla. Es un verano diferente, con menos colores. Las caras han dejado de brillar. No hay nada tras ellas. Los lugares vacíos parecen fotografías de otro lugar, los lugares llenos rezuman una felicidad distraida y ajena. Yo los transito como un fantasma.

Bostezo, me desperezo, pero creo que sigo dormido. Las noches se comieron a las mañanas, el sol no calienta como debería y la arena de la playa está fría. ¿Sabes lo triste que es eso, Luna? Una de esas pequeñas cosas que más me gustan de la playa es tumbarme en la arena aún caliente cuando el sol ya no quema. El aire empieza a estar frío, pero la arena aún emana calidez. Es como abrazar a la tierra. Pero se enfría; la arena siempre se enfría y sólo queda esperar al día siguiente.