26 de diciembre de 2010

Oscuro

Creo que esa manía de hacerse preguntas cuyas respuestas son indescifrables es algo típicamente humano. Nos creemos seres tan profundamente únicos e importantes que creemos que nuestra vida ha de tener un sentido, por ejemplo. Y entonces nos hacemos todas esas preguntas que quizás nadie debiera hacerse, y llenamos nuestro imaginario de respuestas construidas a la medida de lo que somos, o de lo que han querido que seamos.

La muerte es uno de esos enigmas, quizás el más indescifrable de todos. ¿Qué hay después de la muerte? La nada, siempre he pensado. Y me encantaba pensarlo, porque es imposible pensar en la nada. Pensar en dejar de percibir espacio y tiempo, en dejar de ser, en dejar de existir. Es imposible. Pero quizás por eso, por ser algo tan lejos de mi comprensión, siempre me ha gustado imaginarlo. Pasear por ese vasto terreno oscuro de la metafísica con pequeños pasitos camuflados, callados, discretos...

Al fin y al cabo todo es como nos han enseñado que es. El tiempo es una convención social, y nadie podría imaginarse la vida sin el tiempo. La cultura, todas nuestras costumbres, nuestro modo de vida, amor, familia, amistad... todo es cultura, transmitida y aprendida. ¿Y si nuestro sistema de valores fuera otro? ¿Y si dejáramos de categorizarlo todo como bueno o malo y aceptáramos la relatividad de todo hecho? Estamos tan inmersos en la cultura propia que hemos naturalizado y asimilado cosas artificiales como si de leyes lógicas implacables se trataran. El barro que nos forma es la cultura, que nos da ojos para mirar el mundo y a la vez nos limita, ocultándonos lo que no está categorizado y condicionándonos a evaluar las cosas según un sistema de valores establecido. ¿Quién sabe cómo podrían cambiar las cosas si cambiáramos de objetivo?

La muerte es, quizás, una de esas cuestiones tan culturizadas, tan incomprendidas por nuestra visión del mundo tan limitada y condicionada... Personalmente, me quedo con esta cita de Manuel Vicent:
La muerte es una neurosis humana todavía insalvable. Sobre ella se vierten salmos de tinieblas, cuentos de terror, fábulas de infiernos, paraísos y reencarnaciones.

27 de noviembre de 2010

De tierras

Muchas de mis convicciones poca gente las entiende. Escapar de lo convencional, de la opinión hegemónica y tradicional de la mayoría, tiene esas consecuencias a veces. Sin embargo no sólo no me importa, sino que me gusta ver que, en cierto tipo de cosas, no voy en el mismo barco que esa mayoría.

Quizás ésta sea una de las cuestiones en las que más se vislumbra esa aparente singularidad: el amor a la tierra que te vio crecer. La mayoría hemos pasado la mayor parte de nuestros años en una tierra, en la que hemos establecido lazos con amigos, en la que tenemos a la mayor parte de nuestra familia y en la que hemos tejido recuerdos con todo tipo de instantes de nuestra vida. Y ese lugar, en el que hemos vivido y aprendido a vivir, se acaba convirtiendo en un sitio al que volver y una especie de bandera que nos define y que defendemos por encima de los demás. Y por supuesto, acorde con la condición humana, le añadimos el posesivo y lo hacemos nuestro. Nuestro nido, nuestra tierra, nuestra ciudad o nuestro pueblo.

En mi caso es Huelva, esa ciudad fea, pequeña y asfixiada, tan carente de todo y tan llena de cosas que sobran. Cuando pasé a vivir en Sevilla me sorprendió descubrir que mi casa podía ser apenas una cama y buena compañía. Y ahora me resulta grato comprobar que puedo sentirme en casa a mil kilómetros del lugar que me vio nacer.

Siempre he despreciado y evitado ese tipo de pasión multitudinaria e impersonal vacía de razones. Esa pasión de masas tan propia del fútbol, la religión o los nacionalismos. Y ésta no me parece muy distinta.

Prefiero no izar banderas, me definan o no. No le debo nada a la tierra que me vio crecer. Ni le pertenezco ni la siento mía. Los lazos no los establezco con un lugar, o con una procedencia. Los lazos los establezco con las personas, y son las personas las que hacen mi casa. Por eso mi casa no está en ningún sitio y puede estar donde sea.

Y si tengo a donde volver es porque hay quién me espera.

12 de noviembre de 2010

Despertad...

Levantaos y olvidad. Olvidad vuestra fe vacía, olvidad las creencias que os inculcaron en la infancia, olvidad lo que os dijeron que era imposible, olvidad las respuestas místicas, olvidad la magnificencia del predicador... Olvidad lo prohibido...

Olvidad lo que os dijeron que estaba bien o mal, olvidad los valores que estaban escritos antes de que pudierais leerlos, olvidad las advertencias de los viejos, olvidad las piedras del camino, olvidad que hay un camino, olvidad las tradiciones... Olvidad la agresividad con la que enseñáis los dientes al que zarandea vuestras convicciones, tan arraigadas como ajenas en el fondo... Olvidad ese dogma que habéis pervertido hasta hacerlo cómodo. Olvidad toda convicción, toda seguridad, toda norma, todo creador y todo falso dios que gobierna vuestro destino -¡olvidad el destino!- y reprueba vuestros actos más humanos... ¡Abrazad vuestra humanidad de una vez, abrazad la impureza, olvidad al dios castrado que intenta castrar al mundo! ¡Despertad!

Despreciad la superior clarividencia del que mira más allá, inventando lo que no existe. Asumid que no existe. Asumid que no hay respuestas, asumid que no hay nada más, asumid que lo que ganamos lo perdemos, que todo se lo lleva el tiempo tan rápido como lo trajo... Asumid la muerte, la pérdida, el vacío, el sinsentido...

Prefiero preguntas eternas a respuestas fáciles y falsas...

6 de noviembre de 2010

Réquiem por un destino

Es paradójico, y terriblemente ilustrador de lo que es la condición humana, que en un mundo donde el hombre ha pisado la luna continúe muriendo gente por la picadura de un mosquito, por frío o por no tener qué llevarse a la boca...

No tenía razón aquel poeta que dijo que todos los ríos van a dar a la mar... No puede tener razón cuando algunos ríos nacen desembocando irremisiblemente, cuando algunos ríos no tienen el derecho a recorrer la tierra y formar cascadas, cuando algunos ríos mueren antes de haber nacido...

No nos merecemos la tierra que pisamos ni el aire que respiramos... Somos muerte, y muerte es lo que nos espera.

3 de noviembre de 2010

Conversaciones de aire fuerte

Lo malo es que los intelectuales emocionales, los filósofos, los lúcidos, por muy superiores que se sientan respecto a la mayoría de las personas con las que conviven, están abocados al silencio y a la soledad intelectual si no se buscan una cueva adecuada. La gente no quiere que las lleves al huerto, que tengas la razón siempre, que lo critiques todo, que rasques siempre todos los maquillajes y hurgues constantemente y le estropees el disfraz a todo el mundo. La gente quiere vivir engañada y calentita.

Manuel Hachero


24 de octubre de 2010

Metafísica del espejo

Hoy es una de esas veces que miras el gris del fondo del blog y esperas que las palabras, que están ahí detrás escondidas, esperando, cuchicheando entre ellas, mezclándose... salgan a flote. Esperas rascar y ver aparecer las letras que dibujen eso que te reconcome pero no sabes explicar con bonitas frases.

A veces parece que está escrito, que sólo hay que encontrar el momento adecuado para que salga de ti, sin saber muy bien por qué tecleas. Pero para llegar a ese momento hay que mirar muchas veces el gris del fondo del blog, el armario abierto sin razón aparente o la luz de la farola bañando las cortinas. Hay que escuchar muchas canciones y arpegiar sin sentido la guitarra con la mirada perdida. Hasta que encuentras el silencio entre todo el ruido, la mirada entre todos los pasos...

Otras veces te lo dice una fotografía, una conversación o un pensamiento que te aborda cuando intentas dormir. Escuchar al subconsciente es una de las cosas más interesantes que puede hacer uno consigo mismo. Conocerse a uno mismo, como si fuera un enigma, un rompecabezas, un álter ego misterioso que a veces habla y casi siempre calla, que despierta de noche y muere al amanecer, que se nota en las palabras, en el sueño errado, en las conversaciones extrañas...

La metafísica con uno mismo, mirar más allá del espejo, dibujar pensamientos en la oscuridad del edredón, sincerarse con una pantalla en blanco, hablar de ti como si no te conocieras, como si nadie conociera a nadie, como si fueras el mayor enigma de un mundo plagado de enigmas semejantes...

Me encanta perderme en mis propios laberintos...

21 de octubre de 2010

De oficio, político

Anoche, en 59 segundos, Manuel Chaves contestaba una pregunta que le hacía un internauta, sobre si se puede ser ministro y cambiar de cartera con la misma dedicación y resultados. A continuación transcribo literalmente la respuesta del señor Chaves que recibí con profundo asombro:
Pues yo creo que sí y la experiencia demuestra que sí. Es decir, si una persona es un político y diríamos se ha formado y ha adquirido mucha experiencia en la política, yo creo que fundamentalmente lo que tiene que pesar en un gobierno es la política, la política lógicamente con mayúsculas. Después, un ministro, que es fundamentalmente un político, pues se reúne, lógicamente agrupa una serie de técnicos, de expertos que lógicamente le pueden ayudar, le pueden asesorar en las políticas que tiene que desarrollar. Pero yo creo que eso es posible y, no solamente es posible sino que en la práctica se da con muchísima frecuencia en España y en cualquier otro país, claro.
Es decir, en pocas palabras, según el señor Chaves un ministro es un político, y su oficio es ése. Da igual que sea experto en sanidad, en diplomacia internacional, en economía o en cultura. Y ahí tenemos a la polivalente Trinidad Jiménez, que habiendo desarrollado una excelentísima labor, por ejemplo con la gripe aviar, como Ministra de Sanidad y Política Social ahora pasa a ser Ministra de Asuntos Exteriores y Cooperación. Y la nueva Ministra de Sanidad, Leire Pajín, resulta que lleva una pulserita PowerBalance, el sonado timo denunciado por FACUA que vende, a un precio nada barato, unas propiedades curativas milagrosas sin fundamento científico demostrado. Por más que el señor Chaves repita incesantemente la palabra "lógicamente", a mi entender no puede estar más equivocado...

Y así nos va, con políticos de oficio que se dedican a poner sonrisas a la prensa y discutirse unos a otros mientras los especialistas quedan relegados a un segundo plano y el trabajo técnico, analítico y, en definitiva, el verdadero trabajo que ha de hacer un ministro lo hace "una serie de técnicos, de expertos que lógicamente le pueden ayudar y asesorar", en palabras del propio señor Chaves. Así es, política con mayúsculas, sí señor...

Cuando en los ministerios dejen de entrar nombres y enchufes y entren especialistas y referentes en la materia en cuestión, quizás, sólo quizás, empezaremos a avanzar. Mientras tanto todo serán abrazos, besos, apretones de manos y sonrisas de flash. Y la misma mierda de siempre, de la que ya algunos empezamos a cansarnos...

A 1000 kilómetros

Es lo que a veces pasa por lanzarse a la lejanía. La soledad ayuda a crecer, nuevas caras, nuevos quehaceres... pero cuando toda tu vida la tienes a kilómetros, cuando los amigos son una ventanita del Facebook y todo ocurre sin ti, cuando los fines de semana cruzas la frontera en tren para buscar un abrazo, empiezas a anhelar lo que dejaste. Y cuando las nuevas caras desafinan y todo lo que has construido y querido durante dos años se pierde en el horizonte empieza a sonarte mejor lo que te cuentan por teléfono...

Las horas nocturnas se pasan enfrente de la ventana, asomado a una ciudad dormida, extraña... Y las mañanas se me olvidan...

Otros días están llenos de nuevas sonrisas, nuevas miradas, nuevas voces, nuevos paisajes y nuevos descubrimientos en un lugar mágico y cautivador... pero hoy no es uno de esos días. Hoy es día de anhelos. Hoy es día de darme cuenta de que empiezo a tener claro lo que quiero tener cerca...

Y en los sueños me asomo a otras ventanas, con colores extraños, con paisajes distintos, con luces blancas donde el presente es un recuerdo y el futuro una ilusión, a veces más real que la vida misma...

14 de octubre de 2010

Entre bostezo y bostezo

Nace un bostezo. Los párpados pesan. Los cierro. Me veo. Me voy con mis monstruos, que todo lo saben, pero evaden mis preguntas. Adivino sus miradas. O eso parece.

Oigo una tos. Vuelvo a las sábanas. No sé dónde estoy al principio. Ya sí. Miro esas luces en el techo. Esos reflejos en ráfagas. Se mueven extrañamente dibujando cosas que en realidad dibujo yo. Escucho a la vecina morirse lentamente, igual que nos morimos todos. Al fin y al cabo en eso consiste la vida, en morirse lentamente.

Sumido en mis paradigmas vuelve a nacer un bostezo, noto el sopor invadiendo cada parte de mi cuerpo. Me estiro. Me acurruco. Me aferro a la oscuridad que me arropa, esa en la que me siento tan lleno. Saco a bailar mis pensamientos, hasta aquellos que no me suenan, y dejo de pensar en plena sinfonía.

Dormí. Gotea el tiempo pero no lo escucho. Me pierdo el baile, la música, los colores... En realidad estoy en medio de todo, soy ese todo. Pero soy demasiado como para ser consciente de todo ello.

Y me despierto, con suerte mientras los músicos recogen y alguna nota queda aún zumbando en el aire...


13 de octubre de 2010

Tyler Durden


La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco nos hemos dado cuenta y estamos, muy, muy cabreados.


El club de la lucha, David Fincher.