24 de marzo de 2013

Quimera

Aquella espalda la arañaba cada minuto que pasaba. La noche goteaba segundo tras segundo acercándose cada vez más a la inexorable mañana, y en su mente resonaba el eco de cada pequeña muerte. Por eso besaba su espalda y la anudaba, tratando de detener las agujas que resonaban como lejanos truenos que traen tormenta. Esas agujas les persiguieron desde el mismo momento en que sus labios rozaron sus dedos, nunca se detuvieron, nunca las detuvieron...

A pesar de todo hay noches que nunca terminan, que encuentran sus mil finales en esa parte de imaginación que tiñe inevitablemente cada recuerdo convirtiéndolo en lo que pudo haber sido. Y así el recuerdo se convirtió en un cuento que él hizo lo imposible por creerse, que aún hoy se repite en las noches mientras intenta dormir.




2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me gusta tanto que escribas... Y Cuentos para Luna lo tenías muy olvidado!

Anónimo dijo...

"Esas agujas les persiguieron desde el mismo momento que sus labios rozaron sus dedos, nunca se detuvieron, nunca las detuvieron..."