31 de octubre de 2009

Dualidad

El ying y el yang. La dualidad eterna del ser. Todos escondemos un lado extraño, atractivo, inconfesable, a menudo inexplorado. Como la sombra que nos persigue, pero que ignoramos, que ni siquiera miramos. Cada deseo escondido, frustrado, o satisfecho en la oscuridad de la intimidad alejada de todo contacto humano, de todo contacto cercano, de miradas indiscretas. Cuando nadie nos mira decidimos cómo queremos ser, cuando nadie nos oye hablamos tranquilos...

Estamos tan llenos de impurezas, de muerte, de contradicciones... Tan llenos de maldad y de belleza. Somos tan puros, tan sorprendentes, tan mágicos, tan increibles, tan perfectos...y a la vez tan llenos de egoísmo, de idolatría... Estamos tan faltos de convicción, tan faltos de todo... Nos mentimos a nosotros mismos sin apenas darnos cuenta, sin tener un leve atisbo del gran engaño que es el mundo que contruimos, el mundo que tejemos a nuestro alrededor...

Todo esconde un lado oculto, oscuro. Aún la más blanca palidez, pura, nívea, tiene en su reverso la mancha negruzca que nos marca a todos. Todo lo que ilumina el sol tiene su sombra... Y a todo lo rodea el gran misterio de lo que callamos, de lo que preferimos no exteriorizar, de lo que ocultamos al mundo y acariciamos cada noche, solos, lejos de todo, debajo de nuestras sábanas que nos protegen de esas terribles ilusiones que nacen en nuestra mente cuando nos envuelve la oscuridad. Incluso nuestra mente nos engaña. Todo lo cubre ese halo de misterio, en el que hasta nosotros mismos somos unos extraños a nuestros propios ojos...

¿En qué consiste todo?

En bailar, en disfrutar de la oscuridad hasta que termine la función... Quizás al final se revelen los misterios, quizás no. Quizás no queramos saberlos.

Quizás no podamos.


Fotografía: Rafa Díez


Quizás el espejo no lo cuente todo. Quizás llevemos toda una vida mirando desde el ángulo equivocado. Quizás todo lo que conocemos sea una burda mentira, y el mundo real esté en la soledad, la única forma en la que somos y la misma que nos quita la felicidad... Somos tan complicados...

Será que estoy leyendo Demian de Hermann Hesse...

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