14 de octubre de 2010

Entre bostezo y bostezo

Nace un bostezo. Los párpados pesan. Los cierro. Me veo. Me voy con mis monstruos, que todo lo saben, pero evaden mis preguntas. Adivino sus miradas. O eso parece.

Oigo una tos. Vuelvo a las sábanas. No sé dónde estoy al principio. Ya sí. Miro esas luces en el techo. Esos reflejos en ráfagas. Se mueven extrañamente dibujando cosas que en realidad dibujo yo. Escucho a la vecina morirse lentamente, igual que nos morimos todos. Al fin y al cabo en eso consiste la vida, en morirse lentamente.

Sumido en mis paradigmas vuelve a nacer un bostezo, noto el sopor invadiendo cada parte de mi cuerpo. Me estiro. Me acurruco. Me aferro a la oscuridad que me arropa, esa en la que me siento tan lleno. Saco a bailar mis pensamientos, hasta aquellos que no me suenan, y dejo de pensar en plena sinfonía.

Dormí. Gotea el tiempo pero no lo escucho. Me pierdo el baile, la música, los colores... En realidad estoy en medio de todo, soy ese todo. Pero soy demasiado como para ser consciente de todo ello.

Y me despierto, con suerte mientras los músicos recogen y alguna nota queda aún zumbando en el aire...


1 comentario:

Anónimo dijo...

También mientras dormimos hay gente que crece. Hay gente que vive de noche protegiéndonos al resto de mortales... No me refiero a los policías por supuesto, son los insomnes que leen a filósofos griegos, pintan y escriben de noche.

Ellos no mueren lentamente.
Gran entrada.